La mujer con un nudo por cabeza

Era una mujer con un nudo por cabeza.

Tenía unas piernas larguísimas y sensuales, que incitaban a algún viaje sensorial de esos sin GPS ni indicaciones.
Vaya, unas buenas piernas.
Tenía también un culo un poquito demasiado grande, aunque no preocupante.
Una barriga agradecida e inestable a los cambios fibrosos de su alimentación.
Un pecho exuberante, fiel balanceador de sus contornos, un pecho donde se guardaban su extraña relación con los hombres y sus instintos maternales.
El cuello largo y delicado, gracilmente delineado por un cabello suave y demasiado fino.
Se gastaba un dineral en champús 'volumen total' o 'rizos sublimes'.

Y después estaba eso.

Ese nudo.

Un nudo por cabeza en el que habitaban todos los inconfesables y las inconclusiones.
Un nudo marinero, limpiamente trazado y enlazado, laberínticamente curvo, de cuerda gruesa y rincones inexplorados de los que salían chispas de duda que la mujer se expulsaba con la mano como quien espanta moscas.
Una mujer con un nudo por cabeza.

Una imagen curiosa.