Muy bien,
ponme tus ojos en unos
cuencos
por favor,
que los voy a comer
a cucharaditas de plata.
así fríos,
como si se hubieran caído
de un soplo.
Y seguro que saben;
a miel derramada;
a sol poniéndose, en el
último rayo de buenas tardes;
a yema de huevo, hecha
natillas;
a gota de lluvia, turbia y
tibia;
a helado de lo que quieras;
a bomba
y a tempestades.